Nota de Pagina 12

Gestoras que defienden el rol del Estado en la democratización de la cultura

Entrevista a María Rosenfeldt, directora del Parque, y más directoras de organismos estatales

María Rosenfeldt, directora de Tecnópolis; Verónica Fiorito, directora del CCK entre 2019 y 2022, actualmente asesora; Natalia Uccello, coordinadora de planificación y programación del CCK y Jimena Pautasso, con la misma tarea pero en el Centro Cultural Borges. Cuatro gestoras culturales que abrieron la agenda a voces heterogéneas, a la curiosidad, a abrir el imaginario de las juventudes y las infancias, destacan el rol fundamental del Estado para seguir afirmando que la cultura es un bien común que tiene que llegar a todes.

Juntas, en el Centro Cultural Kirchner, para hablar de los alcances de una política pública que apuesta a una sociedad más igualitaria y, sobre todo, juntas para pensar los aportes de los feminismos a la hora de programar una agenda diversa, con perspectiva de género, de infancias y de derechos humanos. Ellas son: María Rosenfeldt, directora de Tecnópolis, Verónica Fiorito, directora del CCK entre 2019 y 2022, actualmente asesora, Natalia Uccello, coordinadora de planificación y programación del CCK y Jimena Pautasso, con la misma tarea pero en el Centro Cultural Borges, que desde marzo de 2022 dejó de ser una fundación privada y pasó a manos del Estado.

¿Cuánto aporta una política pública cultural y educativa para narrar nuestra identidad?

María: Desde estos espacios de gestión, que son los medios, la comunicación, la cultura y la educación es desde donde es posible desarmar discursos, crear un pensamiento crítico, poner en cuestión e interpelar a las y los visitantes a una escala, como lo permite el Estado, que realmente puede transformar. En Tecnópolis se ve cómo impacta directamente en el destinatario. Vemos ese impacto que se genera, en las caras, en las impresiones y en las devoluciones. Sembrar la posibilidad de que alguien decida estudiar algo o se le abra un imaginario que no era posible o se haga una pregunta. Lo que puede el Estado es hacer esas transformaciones porque el impacto es mucho más potente. Y nosotras estamos en estos espacios porque creemos que es posible lograr esto en las juventudes y en las infancias, donde los cambios se pueden dar. Tener una mirada sobre la diversidad de género, de geografías…, la diversidad que conformamos como argentinos y argentinas.

Verónica: En la construcción de estos años de gestión, vemos la evolución de lo que hay que contar y cómo hay que contarlo. Pakapaka y Zamba nacen de una mirada que es federal, que es inclusiva, que se fue metiendo en el territorio para llegar a esa síntesis. A través de asumir la responsabilidad de narrarnos, de contarnos, de ponernos en primera persona para traer nuevas miradas que ponen a las infancias como protagonistas. A lo largo de estos años (con el vaivén de recuperar todo lo que el macrismo desarmó) creemos en ampliar esa mirada que tenemos en la producción de los contenidos para que sea una nueva mirada, que es lo que los feminismos nos traen para poder quebrar ese lugar patriarcal. Unir voces para construir.

8M en el CCK

Desde hace cuatro años, el Centro Cultural Kirchner abre sus puertas cada 8M a los procesos colectivos, a lo que pasa en la calle y sobre esa base se desarrollan políticas de participación con mujeres y diversidades. “¿Y si lo hacemos nosotras y construimos un hecho artístico?”, fue el disparador para que en torno al 8M las trabajadoras pasaran al primer lugar. “Nosotras queríamos transitar eso. Cien por ciento nosotras, primero contra las resistencias de algunos compañeros que luego se abrieron y venían a preguntar que necesitábamos”, cuenta Verónica. Este año, en la segunda edición del festival Nos mueve el orgullo, se presentaron figuras como Brigitte Vasallo, Marlene Wayar, Susy Shock, con técnicas operando el sonido y con un público lleno de diversidades. “Eso lleva una construcción”, subraya. Y agrega: “El centro cultural público tiene que convocar a personas diversas en todos sus espacios, no sólo en el escenario. Así como los feminismos realmente vienen a cambiar el mundo, desde las relaciones entre personas hasta las laborales, un centro que pretenda ser feminista, o cada vez más, también tiene que estar en todos estos aspectos, que no son detalles. Me gusta pensar en cambiar el foco de lo espectacular, a lo real, es decir, las condiciones en las que el centro opera”.

Ustedes tienen roles en espacios donde el Estado es fundamental para generar y sostener estos contenidos.

Natalia: Estos festivales de los que hablamos suceden en espacios que son públicos, con un Estado que encara estas decisiones. Se ve en la comunidad de artistas. Artistas que provienen de distintos lugares y que luego, eso se potencia, se multiplica y sucede en otros espacios. Y con el público pasa lo mismo, muchas actividades son participativas entonces ahí conocen a alguien que empiezan a seguir y todo eso se expande. Hay una potencia que es enriquecedora y que también sucede después. Por eso es fundamental pensar este tipo de acciones como políticas públicas.

María: El Estado es quien tiene que escuchar esas demandas y habilitar esos espacios. Cuando te abrís a eso, la respuesta está.

Jimena: El Centro Cultural Borges ha sido recuperado por el Estado para la gestión pública desde marzo de 2022. Empezamos a pensar en los diálogos, en las construcciones colectivas, en cómo incorporar esa memoria de un espacio cultural que estaba privatizado y gestionado por una fundación privada. Ahora trabajamos con una mirada federal y una construcción colectiva.

¿Cuál es el plus, la diferencia que aportan los feminismos en estas políticas?

Verónica: Miradas, temas, el trato, el manejo de las estructuras. Hemos trabajado en la estructura de ese cambio, armamos equipos donde solo se incorporaron mujeres y diversidades. Desde diciembre de 2019, la política pública fue: se incorporan mujeres y diversidades. Al principio nos decían “No, pero no hay tantas sonidistas.” Y los equipos se fueron conformado con mujeres, entonces tenés una planta del 60 por ciento de mujeres, en video, camarógrafas y operadoras, y 40 por ciento de varones. Entonces empieza a haber otra mirada, ante el conflicto, ante el otro, ante las opiniones. Hay una integridad. Cambiamos un paradigma de trabajo.

Jimena: Sumo a lo que dijo Vero, el modo de trabajo de quiénes forman parte de los equipos. Un modo de trabajo de construcción colectiva, esto de escucharse, de invitar a colectivas de artistas, de abrir los espacios hacia los territorios que habitamos en función de generar preguntas e interpelar a otros públicos. Un trabajo colectivo y de escucha.

María: Es una manera distinta de ejercer la autoridad, más colectivo, de abrir a preguntas, de saber qué piensan las y los trabajadores, “¿y vos cómo lo harías?”. Ahí empezás a encontrar respuestas que te nutren. Hay un enriquecimiento en esa escucha. Y también el poner en duda, cómo lo hacemos, cómo lo llevamos a adelante, y hacerlo.

Al comenzar la gestión en 2019, observaron desde el Ministerio de Cultura que no había cuadros de artistas mujeres en la Casa de Gobierno. Averiguaron y encontraron que el Estado nunca había comprado cuadros de mujeres. “No es que no hay, nunca el Estado compró”, revela Verónica. Y continúa: “Entonces, convocamos a Valeria González, una referente de las artes visuales, que propuso hacer el Premio 8M, para que el Estado empiece a comprar. Y desde ese momento el CCK expone esas obras durante la semana del 8 de marzo. Eso no nació de alguien que está sentado en su casa, nació de la pregunta: ‘¿Che, que nos falta?’ La Ballena Lésbica, es otro ejemplo. Un ciclo de repertorio lesbiano en el cual, por ejemplo, Silvina Paredes, una colla de Catamarca, cantó una canción de Liliana Felipe. Cruces entre la calle, el territorio y lo ancestral”, señala.

María: Y en la mirada estética, sacar lo mejor con los recursos que tenemos, estar en cada detalle y en la diversidad de contenidos. ¿Qué falta, cómo bridamos más conocimiento? Y lo hacemos poniendo el cuerpo, el pensamiento, poniendo en duda. Hay algo de venir de una lucha que nos lo cargamos, lo llevamos adelante. Nosotras lo tenemos como naturalizado pero no es lo que pasa en estructuras ocupadas por hombres. Nosotras armamos desde una lucha.

Becas de formación, subsidios para arte, festivales, convocatorias, talleres, ciclos… frente al peligro de la destrucción de estas políticas, recortes y privatizaciones, ¿qué reflexiones hacen?

Natalia: Nosotras trabajamos en estos espacios y sabemos qué implica, qué actores involucra y cuál es la fuerza que tiene gestionar espacios públicos y que estos lugares existan. En el CCK, antes de los conciertos o actividades de las salas grandes, ponemos un audio donde contamos que el espacio pertenece al Ministerio de Cultura, que contrata artistas a quienes se les paga por ese trabajo, que todas las actividades son de acceso libre, gratuito, democrático y plural para toda la ciudadanía. Y es muy emocionante ver lo que pasa porque la gente después de escuchar, aplaude. Creo que hay todo un entramado de lo que implica la gestión pública de los espacios culturales que no es conocido de manera tan general. Nuestro trabajo es seguir haciéndolo y que el público se acerque, conozca y se apropie porque se trata de conocer todo eso para poder cuidarlo. Hay mucha atención puesta en las infancias y les jóvenes. El programa Práctica, por ejemplo, es para jóvenes que terminan el secundario, quieren trabajar, no tienen experiencia y entonces, ¿cuál es su primer empleo? Se generó un programa de empleo público para que chicos y chicas trabajen en instituciones culturales y museos nacionales, como estos tres espacios, el Borges, Tecnópolis y el CCK. Y trabajan como atención al visitante, con el requisito de no tener experiencia y de vivir cerca. Eso abre y dispara intereses para adelante, y también sus familias van a estar más cerca de estos espacios y estas actividades. Están haciendo su primer trabajo, con un sueldo en blanco y todos los derechos laborales, como corresponde. Creo que esto también hace que se empiecen a cuidar estos espacios.

Verónica: El Centro Cultural Kirchner es una síntesis del tránsito traumático en relación al avance de las derechas, primero porque fue el primer lugar donde se despidieron, en 2015, a todos los trabajadores. Se pasó a un sistema de medios y se desmembró absolutamente la estructura. No solo eso, sino que también la gran disputa que tiene este espacio con el nombre. El centro cultural siempre ha sufrido la disputa de los dos modelos. Acá se convive con esa tensión. Y asumimos el desafío de rearmar la estructura, pero ahora el desafío para asumir es el relato. Marcar qué estamos construyendo. Narrarnos colectivamente. Ahí hay que profundizar. El feminismo lo hizo, la marea verde unió un relato y se construyó. Yo creo que a nosotros como nación nos faltó eso y que es cultural, narrarlo culturalmente.

El CCK es también un espacio de discusión. Este año, en el Proyecto Ballena se discutió la democracia con visitas como Dilma Rousseff y Álvaro García Linera. “Las Abuelas saben que esta es su casa”, puntúa Verónica. Y sigue: “Nuestra deuda es consolidar nuestro presente. Nada alcanza pero sí hemos podido hablar, no hemos sido sordos. Está sembrado. Pero cuando la derecha avanza nunca alcanza. Zamba sí es la experiencia de una batalla ganada porque ahí se sigue sembrando permanentemente, las infancias están”.

Acciones con agendas diversas, infancias y juventudes protagónicas, perspectiva de géneros y de derechos humanos, cupo laboral, ¿qué ven como importante para la continuidad de estos espacios?

Verónica: Hay que afinar muchísimo la mirada para lo que viene, sea el resultado que sea hay que construir con más intensidad. El desafío de toda Latinoamérica es el de una construcción en red y profunda. Y no solo desde el Estado, también la militancia desde otros espacios. Vimos a Brasil de costado, vimos a Evo, escuchamos lo que pasó con la no aprobación de la Constitución en Chile, todo como espectadores y ahora estamos delante de la peor pesadilla. Dicho eso, ahora, mucho más profundo. Y el feminismo tiene para aportar nuevos lugares, y con los pueblos originarios, porque no deja de ser una pelea capitalista la que tenemos por delante.

Jimena: Creo que hay que correrse un poco de la lógica del éxito y tomarse otros tiempos para pensar cuáles son las respuestas, cómo nos replegamos y volvemos a tejer lo que la pandemia se llevó, cómo nos rearmamos en las memoria para seguir construyendo. Desde la cultura, pensar cuáles son las aperturas que tenemos para que esas voces sigan teniendo las representaciones necesarias y se amplíen los espacios de representación de las minorías para que sean esas voces las que se expresen y no que sean expresadas por otras voces. Y eso lleva a otras lógicas de construcción de lo temporal, de la capacidad de escuchar, sentarse a dialogar y poder empatizar con la diferencia.

Natalia: Estamos en un contexto problemático. Yo creo que es poder tener la creatividad, desde la militancia y desde todos los lugares. No solo se construye desde la gestión pública. La posibilidad de que mi hija de doce años esté viviendo sus primeros años de adolescencia con un gobierno de las características del que plantea Milei es algo que me angustia. Pero creo que todo lo transcurrido en estos años no puede ser en vano.

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